martes, 7 de mayo de 2013


Marcahuasi

Me encontraba en el Perú meridional, en Lima su capital, donde se  concentra el 30% de la población del país, ciudad de profundos contrastes, un exuberante mar violentamente azul  y un estéril desierto asfixiante, acompañados por una bruma gris que recubre esta particular metrópoli la mayor parte del año; asombrado, pasaba por los suntuosos jardines de Miraflores y la zonas deprimidas donde no hay agua potable, desconcertado, observaba como la clase alta, moral y racista, conserva ciertas costumbres del medioevo creyéndose de sangre noble, entre una mayoría indígena, descendientes de forajidos y bandidos.


Salí en la madrugada, en un microbús que me condujo a un pueblo llamado Chosica el cual se encuentra al oriente de Lima, en las  estribaciones de la cordillera de los Andes y desde donde se parte hacia muchos poblados en la sierra. Espere varias horas, y finalmente tome en la tarde el único bus que ese día iría a San Pedro de Casta. Llegue a este pequeño poblado incrustado en la cima de una pronunciada montaña; gente humilde y amable, de piel tostada por el sol y espíritu cristalino.



Era de noche y para llegar a mi meta faltaban aproximadamente 4 horas de camino, el frío era cortante y en lo alto la luna cubría de plata las cumbres rocosas; sin vacilar pedí indicaciones de cómo llegar, un hombre mayor de mirada profunda y actitud juvenil me ayudo y en una hoja de papel dibujo un pequeño croquis el cual me debería conducir a la misteriosa meseta de Marcahuasi.

Un pequeño sendero zigzagueante me guiaba entre la misteriosa noche, mucho había oído de este lugar, y con profunda intriga y respeto me internaba en un reino mágico de gigantes de roca y espejos de agua. El padre de un gran amigo mío, importante consejero de viaje, fue quien me conto las más increíbles historias sobre este lugar, cuando en la década de los ochenta mientras viajaba por Latinoamérica; y en el Perú, Marcahuasi era ese lugar fantástico y subreal que visito en luna llena acompañado por unos compatriotas italianos y otro asiático, caminaban nocturnos con el prisma luminoso del cactus del San Pedro.



Fue a la 1:00 am, cuando llegue a la parte central de la meseta de Marcahuasi, casi 4.000 msnm y la temperatura por los 0 centígrados, me encontraba en un lugar llamado el anfiteatro, una planada un poco más grande que un campo de futbol, rodeado por grandes columnas y paredes de roca volcánica, la  fuerte erosión producida por los siglos, le otorgaba increíbles formas orgánicas, esta barrera natural me protegía del fuerte viento que llegaba directo del mar, coqueteo lunar, sombras, miradas, susurros, ecos, toda una sinfonía mística, donde la fantasía parece reinar, pues el aire, está cargado de eternidad.






Al día siguiente la pase sentado sobre un pico de roca con el abanico pleno del horizonte en expansión, esa línea infinita del pacifico insondable, en profundo silencio sentí una gran paz y remoción en mis adentros, hay cosas que no es posible describir, hay palabras que lo intentan, pero muchas veces ni nosotros mismos somos totalmente conscientes de los sucesos, en ocasiones solo sabemos que algo paso, una energía irradio nuestro cuerpo y dejo una sensación de profunda inmensidad, o por lo menos esa fue mi vivencia.




Con los últimos rayos de sol, partí hacia la parte suroriental de la meseta, una vez más caminaba de noche, hacia un lugar desconocido para mí llamado el castillo Dorre, un particular montículo de roca con los vestigios de una ciudad antigua cubiertas por la vegetación, y en su cima, un imponente observatorio con muros y escaleras de roca desde donde se tenía una perspectiva única de todo el territorio.



No fue casualidad que estuviera allí en pena luna llena, el espectáculo de sombras y siluetas, caras de hombres y animales, figuras de roca completadas por sombras alargadas, que cambiaban de acuerdo a la posición de la luna, una atmosfera mística  que circulaba por torrentes que se arremolinaban en los estanques de agua, pequeñas presas construidas por los habitantes preincaicos de esta meseta. Noche infinita de miles de estrellas y un zorro de ojos encendidos me miraba entre los matorrales, sentí a un hombre viejo y sabio, quizá el espíritu de algún Masma antiguo.




Mi encuentro con estas ruinas fue todo un despertar, la pausa que antecede a la acción, pues no me interesaba caminar al lado de un guía bilingüe o con una enciclopedia que me narrara lo que otros habían escrito sobre este lugar, mi encuentro era de  contemplación infinita, de paz, silencio, soledad, de profunda reflexión y a su vez activación total de los sentidos; ya en el mundo de la informática me enteraría de quienes eran y que significaba para ellos este lugar sagrado en el cual me encontraba.





Para mi última noche en el markahuasi, decidí caminar hacia la parte noroccidental de la meseta, donde se encontraba otro increíble complejo de ruinas y unas enigmáticas estructuras llamadas Chulpas; en este lugar se hallaba un pequeño refugio, en otros tiempos hogar del profesor Daniel Ruzo, el más acérrimo investigador Peruano de estos vestigios arqueológicos y su cultura, realmente me sorprendieron sus teorías, pues en ellas asegura que la cultura Masma, como la definió, era una cultura supremamente antigua, incluso anterior a los Egipcios, descendientes directos de los Atlantes y que sobrevivieron al gran diluvio y por esta razón, se asentaron en lo alto de esta meseta.



Para Daniel Ruzo, este era un lugar energético de increíble poder, pues se encontraba sobre rocas volcánicas con alto contenido de cuarzo y bajo la superficie circulan  corrientes de agua  que daban paso a cavernas y a una ciudad subterránea, pues como su nombre lo indica, Marcahuasi en quechua significa, casa de dos pisos o altillo; Ruzo aseguraba que todas las monumentales esculturas fueron cuidadosamente talladas por esta cultura, retratando a los animales, personas y símbolos que sobrevivieron al diluvio. ¿Realidad o fantasía?, cada quien llega hasta donde sus principios se lo permiten, pero la verdad es que los estudios del  profesor Ruzo son los más serios y consistentes trabajos sobre esta enigmática civilización antigua en la mesta del Marcahuasi.




martes, 23 de abril de 2013

Desierto del Perú y Cordillera Blanca



El Desierto.

Entrando a Perú por Tumbes en el norte y mientras descendía por toda la costa, fui percibiendo un cambio total del ecosistema, un mar de arena, el aire caliente que casi te quema, viajando en un bus de esos viejos con las ventanas totalmente abiertas, el bamboleo de sus cortinas al aire y la gente dormida con sus frentes empapadas en sudor; totalmente aislados sobre una autopista infinita que se desvanecía entre los espejismos de uno de los desiertos más áridos del mundo. 


Desierto Peruano.

La costa peruana,  enriquecida por la corriente de Humboldt,  trae consigo abundante fauna marina  y      fuertes olas propicias para el surf.


Asombrado veía como en un territorio tan hostil aparecía una pequeña ramada con techo y paredes de paja, alguna cabra y un viejo con la mirada perdida en el horizonte y como en una acuarela, fundidos entre arenas, sombras y siluetas.

  Los últimos rayos de sol,  tiñen de naranja el sofocante desierto peruano.


                                       En el norte de Perú, en pleno desierto un pequeño estanque de agua contaminada.


El origen de este calcinante desierto es debido a varios factores  climáticos y geológicos: en primer lugar los grandes sistemas estables de alta presión, conocidos como anticiclones del Pacífico,  se mantienen junto a la costa, creando vientos alisios hacia el interior del continente que desplazan las tormentas; Por otra parte, la corriente de Humboldt transporta agua fría desde la Antártida hacia el norte a lo largo de la costa chilena y peruana, agua que enfría las brisas marinas del oeste, reduce la evaporación y crea una inversión térmica, impidiendo la formación de nubes grandes, productoras de lluvias.

   En las playas de Huanchaco,  las nubes encendidas y 
con el golpe de las olas, una imagen subreal. 



     Los pelicanos y aves de regata, esperan atentos los 
desperdicios arrojados por la flota pesquera de Mancora, al norte.

El último factor que contribuye a la formación del desierto es la cordillera de los Andes, que forma una barrera que impide el ingreso de las tormentas cargadas de humedad provenientes de la cuenca amazónica.


    Por la ruta Panamericana, atravesando el desierto Peruano.



       Los barrios periféricos de Trujillo,  enclavados entre las arenas de desierto.


Mientras pasaba por las ciudades de Piura, Chiclayo y Trujillo empecé a comprender un poco esa dinámica caótica y alborotada de la ciudad en medio del desierto, su gente lleva en su rostro la marca del clima y su territorio, se siente la pobreza, pero también la fuerza por sobreponerse y salir a delante; A pesar del árido entorno, la pesca es abundante y los pocos ríos que desde los andes vierten sus aguas al mar, permiten que de forma casi mágica aparezcan pequeños valles agrícolas tapizados de verde.

        Los muy populares mototaxi,  son uno de los principales medios de 
transporte, en toda la costa peruana. 


En un pequeño caserío en medio del desierto,  el ritmo lento y cotidiano. 

Ruinas de Chan Chan.

En cercanías a Trujillo, en un pintoresco poblado costero llamado Huanchaco fue mi primera parada, pues en sus cercanías se encontraba la ciudad de barro más grande del mundo, unas fascinantes ruinas de la cultura Chimú, declaradas por la unesco en 1986 como patrimonio cultural de la humanidad y conocidas con el nombre de Chan Chan.

         En un tradicional caballito de totora, un pescador evitando ser volcado, monta una ola al estilo antiguo,  heredado de la cultura Chan Chan.

Embarcaciones tradicionales de los pescadores de Huanchaco llamadas, Caballitos de totora.


Cuenta la leyenda que vino del mar, no se sabe de dónde, en una flota de balsas, con toda su corte y guerreros, llegó a la costa norte de lo que hoy es el Perú, en el valle de Moche y fundó un reino. Su nombre era Tacaynamo y fue el primer soberano de Chan Chan, la ciudad más importante de Chimú. Según el documento "Historia Anónima" escrita en 1604 por algún cronista español, que narra la fundación de Chan Chan y del reino de Chimor. 

     Monumento a los caballitos de totora, contrasta con las embarcaciones reales 
que hasta hoy, son usados por los pescadores tradicionales de Huanchaco.


         Atardecer en las playas de Huanchaco.



Según los Arqueólogos, tras la conquista Inca encabezada por Huayna Cápac, Chan Chan en un tiempo rival de Cusco, fue saqueada y destruida en el año 1470, se dice que contaban  con una enorme riqueza en oro y plata y cuando llegó Pizarro (1532) esta ciudad era sólo un pálido reflejo de su viejo esplendor, habitado por pocas personas de escasa importancia política y económica.


Decorado interior de las ruinas de Chan Chan.


         Peces como símbolo de abundancia decoran el zócalo
 interior de las ruinas de Chan Chan.


 Ahora son, imponentes ruinas que se yerguen entre el desierto y el mar, como vestigios de una muy aguerrida y enigmática civilización.

        Calle interior de la ciudad antigua de Chan Chan.




Cordillera Blanca.

Después de dejar a tras el vasto desierto Peruano, me dirigí hacia Huaraz, una pequeña ciudad enclavada en el corazón de los andes por donde se accede a las monumentales cumbres de Cordillera Blanca. Los deportes de aventura, en especial el trekking, el andinismo y la escalada, son por excelencia las actividades que mayor número de turistas atraen a esta región.

Paso de Yanashallash.


Por el sentido de mi viaje, decidí emprender una aventura más por el camino pre-incaico llamado Olleros – Chavín, el cual atraviesa perpendicularmente la cordillera Blanca y llega a su cota máxima en el paso de Yanashallash a 4.700 msnm, pasando entre los majestuosos glaciares de los picos  Uruashraju 5722m, Rurec 5700m, Huantsán 6395m y el Yanamarey 5237m. Para llegar finalmente a las legendarias ruinas de Chavín de Huantar, cultura mística y de gran importancia artística y religiosa, pues en ciertas fechas, se congregaba distintos pueblos  con fines ceremoniales y de adoración principalmente.

Camino preincaico Chavin de Huantar.


 Las sociedades preincaicas, tenían una red de senderos de a pie (culuncos) que enlazaban todo el territorio, por esto, el sistema vial andino no fue una obra exclusiva de los incas, Sobre estas huellas y con un mayor conocimiento técnico, estos construyeron los caminos como parte de la infraestructura militar, y luego los utilizaron para consolidar el poder político y administrativo en las cuatro regiones del Tahuantinsuyo.


  Cumbres de roca.

El primer día, Salí a las 6:00 Am de Huraz hasta un pequeño caserío llamado Olleros desde donde inicie mi camino, después de unos minutos me encontré a un niño que caminaba en la misma dirección y después de compartir unas palabras se ofreció a acompañarme hasta un poco más adelante donde me dio  indicaciones y ánimo para el camino. Unas horas después me encontré a una mujer que amarraba un  burro y le Pregunte por el camino Chavín, amablemente, me respondió que en unos minutos saldría hacia un pequeño valle llamado Sacracancha, por donde yo tendría que pasar en mi travesía. Lo curioso era que mientras yo llevaba mi gran maleta y unas botas de montaña, ella caminaba con un bebe a su espalda y unas inseguras chanclas de plástico, esta mujer fue la mejor guía que tuve en esta travesía, pero después de unas horas de caminar a su ritmo y encontrarme totalmente extenuado, tuve que agradecerle por la ayuda y dejarla continuar sola mientras me acostumbraba a la altura.



Maravillado por la imponencia de este lugar, cumbres nevadas enclavadas entre el cielos de azul profundo, y por todo el camino rocas de tamaño colosal, algunas retorcidas como si algún gigante  hubiera jugado con ellas, mostrando todo ese poder cataclismico del interior de la tierra, sus fuerzas y manifestaciones.




Recuerdo muy bien el momento en que llegue al paso Yanashallash a 4.700 msnm.  Pues en el momento que divise la cara opuesta de la cordillera, deslizándose suave e imponente, el cóndor de los andes; después de unas maniobras entre picos de hielo y roca desapareció entre la bruma, dejándome una profunda sensación de inmensidad. Creo que fue una combinación de factores, un sentimiento de plenitud absoluto y el sueño de ver estos gigantes al amanecer, me hicieron tomar la determinación de acampar entre las más grandes cumbres nevadas que jamás había visto en mi vida.




Realmente no sé qué tan inteligente fue mi decisión, pero 3 horas después de mi llegada, la carpa y todo el entorno estaba tapizado por una gruesa capa de nieve y a pesar de que aún faltaban un par de horas para el ocaso, la neblina impedía la visibilidad y moverme en esas condiciones en un lugar totalmente desconocido, podría ser fatal.  Después de unos minutos de  reflexión y de evaluar la difícil situación en la  que me encontraba, en total incertidumbre pero con la determinación de un guerrero, empecé a prepararme para la más dura y fría noche de toda mi vida.




No estoy seguro si pude dormir realmente pues toda la noche la pase moviéndome continuamente, untándome crema caliente y calentando agua que en termos, metía dentro del sleeping; mi más grande felicidad fue cuando vi los primeros rayo de sol, había pasado está muy dura prueba, ahora solo quería llegar a Chavín de Huantar donde me esperaba una deliciosa comida, una ducha con agua caliente y una cómoda cama, el problema era que aún estaba a mitad de camino.





Mi último día de camino fue de muchos contrastes pues mientras descendía empecé a encontrar unas pequeñas chositas dispersas, pero nuca vi a persona alguna, solo los perros guardianes que desde lo lejos salían a mi encuentro,  y no era precisamente a saludarme; Finalmente encontré a una mujer que hilaba una enorme mota de lana roja sentada sobre una roca y después de preguntarle por la ruta hacia las ruinas de chavín, me contesto en quechua de forma ofuscada, y sin entender absolutamente nada y más bien deduciendo por su tono hostil, comprendí que no era bienvenido y continúe mi camino, unos minutos más tarde encontré una niña que cuidaba unas ovejas y tras mi pregunta respondió, no español, no español, seguidamente saque unos caramelos de mi maleta para lo cual no necesitaba traducción y alegremente se acercó a recibir los dulces, finalmente con su mano me indico un camino diciendo Chavín de Huantar, Chavín de Huantar.



Ruinas Chavín de Huantar.

Los monumentos de Chavín están situados en las faldas orientales de la cordillera Blanca a 3185 metros de altitud, la magnificencia y majestad de Chavín es tal que su construcción era asignada a una «raza de gigantes» y no a hombres comunes. Registra esta explicación mítica Pedro Cieza de León (1553), al describir lo que ya en su tiempo eran ruina  abandonada por el hombre.



Chavín está constituido por diversos edificios piramidales, plazas que se asientan sobre una ladera aterrazada, portadas y escalinatas. Las construcciones piramidales albergan una red de pasajes y cámaras interiores, que en algunos casos aparecen superpuestos, historia y misterio que albergan estos recónditos vestigios, donde el visitante se sumergen entre el mágico mundo de un pueblo antiguo e increíblemente espiritual.


 
Cuando el cronista Vázquez de Espinosa visitó este sitio en 1616,para entonces ya ruinas de Chavín, los provincianos le informaron que en tiempos remotos, había sido un centro de culto y romería. Es por eso que concluye comparándolo con Roma o Jerusalén. Del mismo modo, Tello insistía en el carácter sagrado del templo  de Chavín.




Una característica particular está conformada por las piedras retratadas con figuras míticas en alto y bajo relieve, en su mayoría éstas, enchapaban los muros y decoraban los edificios y una de las plazas hundidas en el centro de este centro ceremonial; piedras esculpidas en forma de cabezas de fiera expresión iban empotradas en lo alto de los muros. En los pasajes interiores, reina penumbra total y perpetua a no ser por los haces de luz que penetran por los ductos o respiraderos, los cuales comunican con el exterior y renuevan el aire constantemente. Acaso por estos ductos se escuchaban las voces del oráculo de Chavín al que se refieren escritores tempranos.



Luz y oscuridad, día y noche, eran factores simbólicos representados en la arquitectura de Chavín. Y no sólo mediante sus espacios arquitectónicos dedicados al mundo exterior y al mundo interior o subterráneo, sino también en su iconografía donde se ve plasmada en los muchos monolitos que parece estar regida por las polaridades, si se considera que los seres sobrenaturales representados exhiben atributos de aves de rapiña y de felinos, que por su naturaleza, están vinculados al día y a la noche y respectivamente al varón y a la hembra.


La divinidad más representada por el pueblo Chavín, fue la de un ser híbrido, mitad hombre con boca atigrada y mitad ave de rapiña,  podría ser la encarnación tardía del Felino Volador,  Illapa, el ser sobrenatural controlador de los fenómenos meteorológicos en los tiempos del Incaico; El mito de Qhoa, todavía vigente, señala que al irrumpir las tempestades un felino se desplaza por las nubes.





Una hipótesis interpretativa de lo figurado en este monolito (1968). Como lo sugiere el dibujo en que tratamos de presentar al personaje de perfil, la estela Raimondi figuraría a un ser sobrenatural de contornos humanos con boca atigrada y atributos ornitomorfos varios  garras en pies y manos, y probablemente alas con plumaje estilizado reducidas en un solo cuerpo al ser representadas de frente y en espacio alargado; irían expuestas, por lo tanto, encima de la cabeza, con el fin de poder ser visualizadas.














Incorporando elementos simbólicos en figuras de seres con atributos humanos y zoomorfos. El motivo iconográfico Chavín es la boca atigrada, representada con insistencia desmesurada tanto en monolitos y cerámicas como en objetos elaborados en diversos materiales. A este ser sobrenatural del panteón Chavín se le conoce  como piscoruna-pumapasimin, (hombre-ave con boca atigrada).



Las culturas son como los hombres. Envejecen y mueren. Y eso pasó con las que había en el valle del Santa y que, al parecer, habían perdido todo su empuje arrollador cuando el imperio de los incas llegó a esa zona. Eran los tiempos de conquista de Capac Yupanqui, no fueron fáciles. Muchos pueblos del de los Andes ofrecieron aguerrida resistencia. Según los estudios arqueológicos, algunos pueblos que no quisieron someterse al imperio incaico prefirieron emigrar en masa; En ese éxodo se encontraría el origen de algunas tribus selváticas. Se supone que los incas introdujeron el culto al sol, pues anteriormente se tributaba veneración a otros dioses, animales o cuerpos celestes que aparecían en la noche y en los cuales se encontraban toda su historia y  mitología.